Por Juan Pablo Ojeda
Mañana Washington será la capital del futbol mundial. Ahí, en medio de todo el protocolo que suele rodear a la FIFA, se llevará a cabo el sorteo que definirá la estructura del Mundial 2026, un torneo que desde ya se perfila como el más grande y complejo de la historia: más equipos, más partidos y más sedes repartidas entre México, Estados Unidos y Canadá.
Aunque a veces los sorteos parecen cosa de especialistas, este en particular será decisivo para entender qué tipo de torneo viviremos. La manera en que se acomoden los grupos puede cambiar por completo el rumbo de las selecciones. No es lo mismo arrancar contra un gigante europeo que debutar contra una selección novata; tampoco pesa igual un grupo accesible que uno de esos que hacen que todos digan “ahí se puso feo el asunto”.
Washington ya está recibiendo delegaciones, directivos, prensa especializada y a los representantes de las 48 selecciones que participarán en esta edición ampliada. La logística será especial: casi medio centenar de países esperando su bola en un evento que ha tenido que ajustarse al nuevo formato de grupos, pensado para ofrecer más partidos sin perder competitividad. El reto para la FIFA es mostrar que este crecimiento del torneo no solo es un tema de espectáculo, sino una apuesta por ampliar el futbol a más rincones del mundo.
Para México, uno de los anfitriones, el sorteo también mueve emociones y estrategias. Jugar en casa siempre da una ventaja, pero todo depende de a quién te enfrentes desde el inicio. Un grupo acomodado podría dar aire y esperanza; uno complicado, por el contrario, podría poner de cabeza a la afición antes de que ruede el balón. Las sedes mexicanas —Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey— también estarán atentas, porque el acomodo del calendario define qué partidos recibe cada ciudad y, con ello, el impacto económico esperado: turismo, boletos, hospedaje, consumo y todo lo que mueve un evento de esta magnitud.
Los equipos latinoamericanos, como Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia y otros que han tenido un camino intenso en la clasificación, también miran el sorteo como un capítulo clave. Para Europa, la expectativa está en evitar los cruces tempraneros entre selecciones históricas que podrían eliminarse antes de tiempo. Para Asia y África, este formato ampliado significa oportunidades reales de llegar más lejos que en torneos previos.
El evento de mañana no solo ordenará grupos; ordenará ánimos, expectativas y proyecciones económicas. Es el tipo de acto que marca el inicio simbólico del Mundial. Cuando se acomoden las bolas, cuando los nombres salgan en pantalla y cuando cada país conozca su destino, empezará de verdad la cuenta regresiva hacia un verano que promete romper récords de asistencia, audiencia y movimiento internacional.
En pocas palabras: mañana en Washington se empieza a escribir el Mundial 2026. Y a partir de ahí, cada selección sabrá si su aventura arranca leve… o si desde el primer partido tendrá que sacar toda la garra.















Deja una respuesta