Por Juan Pablo Ojeda
La discusión sobre la nueva Ley General de Aguas entró en su fase decisiva y, como suele pasar en el Congreso, la trama mezcla técnica, política y un jaloneo silencioso entre quienes quieren que las cosas cambien y quienes prefieren que todo siga igual. Desde el Senado, Adán Augusto López Hernández, presidente de la Junta de Coordinación Política, aseguró que lo que han visto hasta ahora del proyecto trabajado en la Cámara de Diputados “va bien” y que, en general, están conformes con cómo se integró el documento después de foros, consultas y revisiones que, aunque pocos lo notaron, duraron meses.
Para aterrizarlo en lenguaje sencillo: la Ley General de Aguas es la reforma que busca poner reglas más claras para el uso del agua, evitar abusos, ordenar concesiones y meter control donde por años ha habido opacidad. En los foros se discutió de todo: desde cómo se heredan permisos hasta los derechos de comunidades que dependen directamente de ríos y pozos. Ese montón de quejas y propuestas terminó en ajustes importantes que los diputados ya integraron en la minuta.
Adán Augusto lo explicó sin rodeos: una vez que llegue el documento al Senado, la propuesta será dispensar trámites; es decir, ahorrarse el tour por comisiones y discutirlo directo en el Pleno. Esto suele ocurrir cuando los grupos parlamentarios quieren avanzar rápido o cuando el dictamen ya viene bastante trabajado desde la colegisladora, como sucede en este caso. El mensaje político es claro: “ya no le muevan tanto”, porque lo grueso está resuelto.
También subrayó que prácticamente todas las inconformidades de los foros fueron atendidas, aunque con una advertencia que puso sabor a la declaración: detrás de varias protestas —dijo— hay intereses políticos, sobre todo de acaparadores de agua que han usado su poder para manipular la conversación pública. Y sí, aunque suene duro, en México hay sectores que han convertido el agua en negocio privado, incluso en zonas donde las comunidades tienen problemas para abastecerse. De ahí que la reforma toque fibras sensibles.
El senador insistió en que la aprobación de la ley no será el último paso. Una vez publicada, los legisladores deberán regresar a sus estados y distritos para explicarla. Es una manera elegante de decir que viene un trabajo político pesado, porque cualquier cambio en el control del agua siempre levanta ruido.
Por lo pronto, el Senado se prepara para una semana de sesiones intensas: martes, miércoles y, si hace falta, jueves. En esa misma carga de trabajo se espera que se revise también el tema de vapeadores. Después de eso, se cerrará el Primer Periodo Ordinario, sin asuntos pendientes sobre la mesa.
Así que, entre prisas legislativas, intereses encontrados y una ley que puede cambiar el uso del agua en el país, el Senado se encamina a una de las votaciones más relevantes del periodo. El desenlace, como suele suceder en México, tendrá impacto directo en cómo se gestiona uno de los recursos más delicados del futuro: el agua.















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