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Monreal defiende la nueva Ley de Aguas: ‘el agua vuelve al pueblo’

Por Juan Pablo Ojeda

 

En la Cámara de Diputados se vivió una de esas discusiones largas, pesadas y cargadas de emociones que solo aparecen cuando se habla de temas que le pegan directo a la vida diaria. Así ocurrió con la Ley General de Aguas, un paquete legislativo que busca cambiar la forma en que se administra el recurso más peleado del país: el agua. En medio del debate, Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política, tomó el micrófono para lanzar un mensaje claro: esta ley, dijo, va a frenar viejos vicios, ordenar el caos y acabar con la corrupción que por años se metió hasta las tuberías.

Monreal habló con la seguridad de quien ha pasado horas afinando cada coma del dictamen. Confiado, aseguró que la implementación de la nueva ley permitirá corregir prácticas que ya parecían normales: el acaparamiento de concesiones, la venta ilegal del agua y los monopolios disfrazados que operaban en muchas regiones del país. Su frase fue contundente: “Ya lo veremos”, como una promesa de que, ahora sí, las cosas van a moverse en otra dirección.

Desde la tribuna, explicó que esta reforma no solo actualiza reglas, sino que “recupera el agua” para que no se privatice, un proceso que —según él— ya comenzaba a avanzar silenciosamente en varios estados. Por eso defendió que se elevó a rango legal la prohibición de acaparar títulos de concesión y que el manejo del líquido quedará bajo la rectoría del Estado, evitando que grupos privados controlen un recurso que debería ser público y accesible.

El ambiente en el pleno no fue terso. Después de 24 horas seguidas de debate y 178 oradores, la tensión se sentía en el aire. Monreal criticó la narrativa de que “no se escuchó a quienes están en desacuerdo”, señalando que el intercambio fue amplio, intenso y por momentos áspero, pero finalmente democrático. Incluso agradeció a los coordinadores del PAN, PRI, PVEM, PT y MC por reencauzar la discusión y evitar que se convirtiera en un maratón sin rumbo.

Para Monreal, este debate mostraba algo importante: que México tiene que discutirse en público, con diferencias, desacuerdos y hasta insultos, pero sin esconder los problemas. “Prefiero mil veces que las posiciones más radicales se expresen aquí, en el Congreso, y no en la clandestinidad”, afirmó. Era su forma de recordar que la política es ruidosa, pero necesaria.

También tuvo palabras para la presidenta Claudia Sheinbaum, autora de la iniciativa original. Señaló que durante más de una década nadie se había atrevido a mandar una reforma de tal profundidad, pese a que la Constitución ya exigía una nueva ley de aguas. Por eso, dijo, las 24 horas de debate le parecían pocas si se comparan con el tamaño del problema.

Según Monreal, este proyecto coloca al agua como “el valor más preciado de la nación” y marca un antes y un después en la manera de administrar un recurso que se ha vuelto cada vez más escaso y más disputado. Para él, quienes votan a favor lo hacen con razón jurídica, política, social y moral.

Al final, entre aplausos y reclamos, el mensaje quedó claro: la discusión fue larga, tensa y con diferencias profundas, pero el Congreso se movió. Ahora la pelota está del lado de quienes tendrán que aplicar la ley, y ahí es donde se verá si, como dijo Monreal, se logra frenar la corrupción, ordenar las concesiones y evitar que el agua siga cayendo en manos de unos cuantos.

Si quieres, puedo hacer otra versión más narrativa, más crítica, o más enfocada en explicar técnicamente algún punto de la ley.

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