En comunidades rurales de México, ha emergido una escena de consumo local orientada al hogar sustentable: artesanos confeccionan bolsos, decoraciones y objetos funcionales, mientras cultivos tradicionales como quelites y hongos comestibles se integran al paisaje doméstico como elementos decorativos y alimenticios.
Este fenómeno se inscribe en una tendencia global: el mercado de decoración ecológica proyecta crecer de 388,7 mil millones de dólares en 2024 a 663,9 mil millones para 2034, con una tasa anual de cerca del 5,5 %. (Informe de mercado sostenible) Los consumidores buscan materiales renovables, bajo impacto ambiental y vinculados al origen local.
En el ámbito artesanal mexicano, bolsos tejidos a mano —con fibras naturales recicladas o materiales locales— se venden como piezas utilitarias y decorativas. Un ejemplo concreto es una “Bolsa de manta ecológica con diseño de hongos comestibles”, ofrecida en plataformas de comercio electrónico. Este tipo de productos fusiona estética, sostenibilidad y simbolismo cultural.
Simultáneamente, quelites, plantas silvestres comestibles con arraigo en las tradiciones rurales mexicanas, han encontrado un nuevo espacio más allá de la cocina: como elementos vivos en jardinería interna o decorativa. En Toluca, por ejemplo, doce especies de quelites (como quintoniles, verdolagas, huauzontles) se recolectan y comercializan en mercados tradicionales, aunque su consumo ha menguado en los últimos años. (Estudio de mercado de quelites en Toluca)
El estudio en Ixhuapan, Veracruz, documenta cómo el consumo y abastecimiento de quelites depende en gran medida de prácticas comunitarias tradicionales. Las mujeres desempeñan un rol fundamental en su recolección y comercialización. (Investigación sobre quelites en Ixhuapan) Estas prácticas permiten que estos vegetales circulen no solo como alimento, sino como símbolos vivos de identidad rural.
En el contexto rural, incorporar quelites o hongos comestibles en el entorno doméstico responde a un deseo de reconexión con la tierra. Los hongos, por su parte, pueden cultivarse en microambientes controlados (sacos, bolsas, pequeños hornos húmedos), lo que habilita su cultivo casero. Algunas decoraciones aprovechan estas posibilidades: estructuras modulares que exhiben hongos comestibles o colecciones vivas.
Otro factor que impulsa esta tendencia es la demanda de casas que reflejen valores sostenibles. La decoración eco-friendly prioriza materiales renovables, técnicas artesanales y productos con huella ambiental baja. Estas piezas, además del valor decorativo, comunican una relación consciente con el entorno.
Para el consumidor rural interesado, conviene atender ciertos aspectos:
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Conocer la procedencia del material (fibras locales, uso de tintes naturales).
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Verificar la viabilidad del cultivo de hongos o quelites en condiciones domésticas (luz, humedad, ventilación).
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Contrastar precio con mano de obra: piezas artesanales suelen demandar tiempo intenso.
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Optar por productos con garantía o testimonios de durabilidad, especialmente si se emplean en interiores.
El cruce entre arte, decoración y producción alimentaria está redefiniendo el valor del hogar rural. Lo que antes se concebía como decoración o huerto aislado hoy es un entorno híbrido: vivo, funcional y simbólico. En esa intersección, bolsos hechos a mano, quelites y hongos comestibles configuran el rostro del hogar eco-friendly emergente.
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