Por Bruno Cortés
En San Lázaro se habló de un México que está cambiando sin que muchos se hayan dado cuenta. Ya no solo es un país del que la gente se va, también es un país al que miles están regresando. Con esa idea de fondo, la diputada Maribel Solache González, de Morena, organizó el Foro legislativo para la agenda del retorno migrante, un espacio pensado para escuchar, poner cifras sobre la mesa y empezar a convertir los discursos en políticas públicas que sí le sirvan a la gente que vuelve.
Maribel Solache no habló desde la distancia. Dijo que regresó a México para acompañar a la presidenta Claudia Sheinbaum en lo que llamó el segundo piso de la Cuarta Transformación, y dejó claro que el tema migrante ya no se puede tratar como una excepción, sino como una realidad permanente. Cada vez más mexicanas y mexicanos regresan, muchos de ellos después de años de trabajar en Estados Unidos, y el reto es que ese regreso no sea una nueva forma de exclusión.
La idea fue reforzada por el diputado Pedro Haces Barba, uno de los operadores políticos clave de Morena, quien explicó algo que suele perderse en el debate público: México vive un cambio de paradigma migratorio. En la última década, cerca de un millón de personas han retornado al país. No llegan con las manos vacías, llegan con experiencia laboral, conocimientos técnicos y una visión distinta del trabajo y la organización. El problema es que el Estado no siempre está listo para recibirlos.
Por eso, Haces reconoció los avances del programa “México Te Abraza”, que ofrece atención inmediata, servicios de salud, orientación laboral y apoyo social a quienes regresan, pero también advirtió que no basta con programas sexenales. Su propuesta es ir más lejos y construir una Ley General de Atención y Reintegración para Personas Migrantes en Retorno, además de un Sistema Nacional de Certificación de Empleo que permita reconocer oficialmente la experiencia laboral adquirida fuera del país. En palabras simples: que lo que aprendieron trabajando allá sí valga aquí.
Desde otra trinchera, el diputado Alejandro Pérez Cuéllar, del Partido Verde y presidente de la Comisión de Asuntos Frontera Norte, puso el dedo en una herida que muchos prefieren ignorar. Quienes regresan suelen enfrentar trámites interminables, problemas para acceder a servicios básicos y una sensación constante de no pertenecer ni aquí ni allá. Para atender esa realidad, informó que ya se creó la Subcomisión de Mexicanos en Retorno, presidida por la propia Maribel Solache, que recorrerá albergues y consulados para revisar de primera mano cómo se están dando las repatriaciones.
Pérez Cuéllar fue claro: hablar de que “ningún ser humano es ilegal” no puede quedarse en una frase bonita. Tiene que traducirse en identidad jurídica, acceso a educación, servicios de salud y oportunidades de trabajo reales. También reconoció el papel de las organizaciones civiles, que durante años han sido el único respaldo para muchas personas migrantes cuando el Estado simplemente no estaba.
Las cifras duras llegaron con Sergio Salomón Céspedes Peregrina, comisionado del Instituto Nacional de Migración. En lo que va de 2025, México ha recibido más de 148 mil personas repatriadas, y desde octubre de 2024 la cifra ya supera las 200 mil. La mayoría ha ingresado por la frontera norte, especialmente por Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas, mientras que otros han llegado vía aérea por el AIFA, Villahermosa y Tapachula.
El contexto internacional también pesa. Tras la reelección de Donald Trump y el temor a deportaciones masivas, el Gobierno Federal reforzó albergues y capacidades institucionales, y volvió a apostar por el programa “México te abraza” como primer punto de contacto para quienes regresan. Para el INM, no se trata solo de números, sino de personas que enfrentan obstáculos muy concretos al volver y que merecen un trato digno.
El mensaje que dejó el foro fue contundente: el retorno migrante llegó para quedarse y el Congreso tiene una responsabilidad histórica. Convertir los esfuerzos dispersos en una política de Estado, continua y con visión de largo plazo. Como se dijo en el encuentro, México ya no es solo un país que expulsa; es un país que acompaña, que recibe y que tiene la obligación de reintegrar a quienes, durante años, sostuvieron economías ajenas y hoy buscan reconstruir su vida en casa.















Deja una respuesta