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El ‘AirTag’ de tus llaves tiene un lado oscuro: cómo la tecnología de localización está alimentando el acoso y qué puedes hacer para protegerte

Los pequeños localizadores que se enganchan a las llaves, se esconden en la mochila o se colocan en una bicicleta se han vuelto indispensables para millones de personas. AirTag de Apple, Tile, Samsung SmartTag y otros modelos ayudan a encontrar objetos perdidos en segundos gracias a redes de Bluetooth de gran alcance. Sin embargo, la misma tecnología que permite recuperar un bolso extraviado también se ha convertido en una herramienta para el acoso y el seguimiento no consentido. Este uso malintencionado no es hipotético: se han documentado casos en todo el mundo donde los rastreadores han sido usados para vigilar a exparejas, seguir autos o rastrear a personas sin su conocimiento.

El funcionamiento que hace tan útiles a estos dispositivos es también lo que facilita el abuso. Los trackers Bluetooth no dependen del GPS propio, sino de los teléfonos que los rodean. Cuando un rastreador se acerca a cualquier smartphone compatible (por ejemplo, un iPhone en el caso de un AirTag), ese teléfono detecta su señal, informa su ubicación anonimizada a la red del fabricante y permite a su dueño ver dónde está el objeto en un mapa. En multitudes, ciudades o centros comerciales, el sistema es increíblemente preciso, pues siempre habrá dispositivos cercanos que actúen como puntos de referencia.

Pero si alguien oculta un rastreador en la bolsa, el auto o la chamarra de otra persona, esa red trabaja a su favor. Durante horas o días, el acosador puede recibir actualizaciones constantes de la ubicación de la víctima sin que ella se dé cuenta. Aunque las empresas han añadido protecciones, los vacíos existen: los intervalos de alerta pueden ser largos, los sistemas no siempre detectan dispositivos de otras marcas y muchas personas aún no saben que estas señales se pueden monitorear.

Apple fue la compañía que más rápido implementó contramedidas. Cuando un AirTag se separa demasiado tiempo de su dueño y se mueve con otra persona, el iPhone de esa persona envía una notificación: “Se ha detectado un AirTag moviéndose contigo”. Además, el rastreador emite un sonido para alertar de su presencia. La empresa también lanzó una app para Android que permite escanear AirTags cercanos. Tile y Samsung han seguido pasos similares, introduciendo funciones de “modo antirastreo” y alertas para dispositivos desconocidos, aunque la implementación es desigual y depende del modelo y del sistema operativo.

A nivel personal, existen medidas claras para reducir el riesgo. La primera es aprender a reconocer las alertas de seguimiento no deseado. En iPhone, Android y algunas apps de terceros, estas notificaciones ya forman parte del ecosistema de seguridad. Si recibes un mensaje de este tipo, lo más importante es no regresar a casa de inmediato: al hacerlo, podrías revelar tu dirección a quien colocó el rastreador. En su lugar, revisa tus pertenencias en un lugar seguro, como una tienda, una estación de servicio o cualquier espacio con testigos. Los trackers suelen ocultarse en bolsos interiores, bajo asientos del auto, en dobladillos, portavasos o compartimientos que pasan desapercibidos.

Otra herramienta útil es el escaneo manual. Apps oficiales como Tracker Detect (Apple) o funciones integradas en dispositivos Samsung permiten buscar señales anómalas de Bluetooth que no deberían estar cerca. También existen apps independientes que detectan transmisores desconocidos, aunque no siempre son tan precisas como las herramientas oficiales.

Mantener el software del smartphone actualizado es igualmente clave. Muchas mejoras en seguridad dependen de actualizaciones del sistema operativo: nuevas alertas, mejores algoritmos de detección y protecciones cruzadas entre marcas. También es recomendable desactivar el Bluetooth solo cuando sea viable; aunque limita el alcance de detección de rastreadores, también evita conexiones innecesarias.

El auge de los localizadores Bluetooth ha revelado un contraste inquietante: la misma tecnología que promete tranquilidad puede convertirse en una amenaza silenciosa. Pero conocer cómo funcionan, qué señales debes vigilar y cuáles son tus opciones de reacción es una forma concreta de recuperar el control. En una era donde lo digital se mezcla con lo físico más que nunca, la seguridad personal ya no se trata solo de cerrar la puerta: también implica entender las redes invisibles que rodean nuestros objetos cotidianos.

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